El eco de la cruzada: la Masonería y el préstamo de identidad templaria

27.09.2025

La historia y la leyenda a menudo se entrelazan para tejer narrativas poderosas que dan forma a la identidad de las instituciones. Uno de los ejemplos más fascinantes de este fenómeno es la profunda resonancia de la Orden del Temple dentro de los altos grados de la Masonería. Lejos de ser una mera anécdota, la incorporación del simbolismo templario representa un préstamo de identidad deliberada y significativa, donde la Masonería adoptó el arquetipo del caballero cruzado para enriquecer y culminar su propio camino filosófico.

Es crucial y de resaltar con una importante aclaración: la investigación histórica rigurosa no ha encontrado evidencia de una filiación directa entre los gremios medievales de constructores y los Caballeros Templarios disueltos en 1314, si bien, los templarios financiaron numerosas obras de construcción para reyes que deseaban entregar a la Iglesia catedrales y otras obras. La Masonería, por lo tanto, no reclama un linaje sanguíneo, sino que adopta su legado como un símbolo poderoso. Se trata de una herencia espiritual basada en el mito de su supervivencia, un mito que floreció en el siglo XVIII con figuras como el caballero Ramsay.

Sin embargo, si hay un Rito que lleva esta síntesis legendaria a su máxima expresión, ese es el Rito Antiguo y Primitivo de Menfis-Mizraim. Este sistema, un vasto océano de más de 90 grados, se distingue por su sincretismo único, donde se fusionan la tradición hermética de Occidente, el esoterismo egipcio y, de manera muy destacada, la herencia caballeresca templaria. En este contexto, el préstamo identitario alcanza una profundidad singular.

Dentro de su intricada estructura, el Rito Antiguo y Primitivo de Menfis-Mizraim alberga grados específicamente relacionados a esta tradición. Un ejemplo luminoso es el del grado 66° de Obispo Templario. Este grado no es solo una referencia superficial; es una inmersión profunda en el misterio templario y en la tradición que se ha podido comprender de esta Orden. Encarna la figura del sabio sacerdote templario y gnóstico uniendo el ideal de la caballería espiritual con la tradición neoplatónica, gnóstica alejandrina, la alquímica y al conocimiento hermético, presentando al templario no sólo como un guerrero, sino como un iniciado en los misterios más profundos de la vida y la muerte.

¿Por qué fue tan atractivo este préstamo para ritos como este? La Masonería fundamental (Aprendiz, Compañero, Maestro) se centra en la construcción del carácter, simbolizada por la edificación del Templo de Salomón. El Templario representa la evolución natural: si el maestro masón construye el templo interior, el caballero templario se juramenta para defenderlo. Introduce el ideal caballeresco del honor, el coraje y la lucha contra la tiranía, pero en Mizraim-Menfis, esta defensa se carga también de un sentido de transmutación espiritual interna.

Este drama se ritualiza de manera conmovedora en diversos grados. La figura del último Gran Maestre, Jacques de Molay, se erige en un símbolo universal de la lucha entre la libertad de conciencia y el abuso de poder. La "venganza" templaria no es literal, sino una alegoría de la búsqueda incansable de la verdad y la rehabilitación del honor. En el contexto de Menfis-Mizraim, esta búsqueda se convierte en una alegoría de la propia iniciación y la superación de las pruebas interiores.

Así, la Masonería no integró a los Templarios por una filiación histórica, sino porque su mito era un vehículo pedagógico incomparable. Ofrecía un arquetipo completo para el masón que, habiendo trabajado en su piedra bruta, anhela proyectar sus valores en el mundo con la fortaleza de un guerrero de la luz. El préstamo de identidad templaria, magnificado en ritos como el de Menfis-Mizraim, es un homenaje y una herramienta. Nos recuerda que la herencia más valiosa no es la de la sangre, sino la de los ideales, forjando un linaje ético que trasciende los siglos.