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en-us-Osiris, el primer Maestro Masón: muerte, regeneración y la búsqueda de la piedra cúbica

11/13/2025

El umbral - el Nilo de la existencia
Antes de que la leyenda de Hiram Abif caminara por los patios del Templo de Salomón, un dios verde y negro yacía, destrozado, en las aguas primordiales. Su nombre era Osiris, y su cuerpo desmembrado por la furia de Set no era solo el de una deidad egipcia, sino el mapa arquetípico de toda alma caída en la materialidad. Su historia, lejos de ser una simple fábula, es el relato fundacional de la Iniciación, el prototipo divino que todo Masón, consciente o no, reencarna en su viaje desde la Piedra Bruta hacia la Cúbica.

El mito de Osiris es un drama en tres actos de alquimia espiritual. Primer Acto: La Muerte. Osiris, el Rey Justo, el Portador de la Civilización (el orden, la ley, Maat), es traicionado y encerrado en un cofre por Set, el principio de la entropía, la violencia y el caos. Segundo Acto: La Búsqueda. Isis, su esposa y hermana, principio del amor inextinguible y la intuición sagrada, busca incansablemente los fragmentos esparcidos del dios. Tercer Acto: La Regeneración. Con la ayuda de Anubis, el dios de los misterios, momifica y reconstruye el cuerpo de Osiris, quien renace como Señor del Amenti, el mundo de los muertos, transformado y glorificado.

El nexo histórico-tradicional: Hiram, el Osiris operativo
La conexión con la Masonería no es una metáfora; es una identidad esencial. Hiram Abif, el Arquitecto del Templo, es la versión operativa y humana de Osiris. Ambos son Maestros Constructores asesinados por la envidia y la ignorancia (los tres ruffianos son la manifestación de Set). La muerte de Hiram y la pérdida de la Palabra Maestra paralela la muerte de Osiris y la fragmentación de su cuerpo (la pérdida de la unidad divina). La búsqueda de su cuerpo por el Rey Salomón es el eco de la búsqueda de Isis. Ambos mitos narran la misma verdad: la Luz se oculta, la Unidad se fragmenta, y la tarea del iniciado es recomponerla.

Desarrollo del concepto egipcio - la fragmentación del ser
El desmembramiento de Osiris por 14 pedazos (un número de transición y culminación) no es una anécdota macabra. Simboliza la dispersión de la conciencia unitaria en la multiplicidad del mundo fenoménico. Cada fragmento es un aspecto de nuestro ser caído: las pasiones, los miedos, los apegos, las ilusiones. El viaje a través del Duat (el inframundo) que emprende el difunto en el Libro de los Muertos, es el viaje de Isis-Osiris interior: la lucha por recolectar estos fragmentos dispersos en el "Nilo" de nuestra propia experiencia vital.

¿Pero, ¿qué es la Piedra Bruta, sino uno de esos pedazos informes del dios? Es el candidato que llega a las puertas del taller, lleno de asperezas, ángulos irregulares y la marca del caos de Set. Su personalidad no iniciada es un cosmos en desorden. El trabajo con el mazo y el cincel no es un simple adoctrinamiento moral; es el proceso de reunificación osiríaca. Cada golpe que elimina una protuberancia, cada superficie que se alisa, es un acto de Isis encontrando un fragmento y devolviéndolo a su lugar original en el diseño divino.

En este taller alquímico, el masón debe encarnar a la trinidad salvadora. Es a la vez el Osiris que sufre la fragmentación, la Isis que busca con tenacidad amorosa los pedazos de su propia divinidad, y el Anubis que aplica el arte sagrado de la reconstrucción. Las herramientas masónicas se transfiguran: el mazo es la voluntad inquebrantable de Isis, el cincel es su aguda inteligencia, la regla de 24 pulgadas es la medida de Maat que Anubis usa para pesar el corazón. La Logia, en su conjunto, es el taller de momificación donde el hombre natural muere para que el hombre espiritual renazca.

La momificación en vida
El trabajo masónico es, por tanto, una "momificación en vida". No para preservar un cadáver, sino para crear un cuerpo glorioso, un cuerpo de luz (el Sahu egipcio). Los viajes rituales, las pruebas, la instrucción simbólica, son los lienzos y los ungüentos con los que se envuelve el nuevo ser. Aprendemos a callar (vendajes de la boca), a controlar los sentidos (vendajes del cuerpo), no como una represión, sino como una concentración de fuerzas para la reconstrucción final. Cada grado superado es un miembro recuperado del cuerpo de Osiris.

El Amenti Interior
Osiris no resucita para volver al mundo de los vivos. Se transfigura y se convierte en el soberano de un reino superior, el Amenti. Del mismo modo, el Masón que ha trabajado diligentemente no busca el éxito en el mundo profano. Su victoria es interna: se convierte en el soberano de su propio universo interior reconstruido. La Piedra Cúbica de Punta Perfecta no es para ser exhibida; es la piedra angular del Amenti personal, el santuario donde el Principio Osiríaco (el Yo Superior, el Cristo Interior) reina por fin en plenitud.

¡Hermanos! Dejemos de vernos como simples miembros de un club y reconozcamos la grandeza del drama que nos convoca. Cada vez que entramos en Logia, ingresamos al cofre de Osiris. Cada prueba es un fragmento de nosotros que debemos reclamar a las fauces de Set (nuestra propia ignorancia y bajeza). Ya no hay excusas. El mito nos interpela directamente: ¿Permitiremos que nuestro ser yace disperso en las orillas del olvido, o, como Isis, nos dedicaremos con amor y paciencia a la sagrada tarea de reunirnos? El primer Maestro Masón, Osiris, nos espera no como un dios a adorar, sino como un espejo de lo que debemos llegar a ser. ¡Levántate, Masón, y camina hacia tu propia reconstrucción!