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en-us-El espejismo de la regularidad: una crítica a los fundamentos históricos de la Masonería Inglesa y el Rito Escocés

11/16/2025

Por S. H.

Introducción

La Masonería, como institución fraternal y filosófica, ha construido gran parte de su autoridad y prestigio en el concepto de "regularidad". Este término, cargado de un aura de legitimidad, tradición ininterrumpida y autorización divina o nobiliaria, sirve como piedra angular para distinguir entre lo auténtico y lo espurio. Sin embargo, una mirada rigurosa a los orígenes de la Masonería especulativa moderna, centrada en la fundación de la Gran Logia de Londres en 1717 y el posterior desarrollo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), revela que esta "regularidad" es, en gran medida, una construcción histórica posterior, un relato mítico que busca otorgar una solidez que los hechos desmienten. La llamada regularidad inglesa y la legitimidad del REAA se sostienen sobre cimientos históricamente frágiles, cuando no directamente inexistentes.

La propia noción de "Landmark" (límite o marca de tierra), un principio masónico inmutable y antiguo, fue en sí misma una invención del siglo XIX, utilizada como herramienta de control y exclusión. La Gran Logia Unida de Inglaterra (UGLE) no publicó sus principios de reconocimiento, los ocho "Principios Básicos", hasta 1929, más de dos siglos después de su fundación. Esto demuestra que la "regularidad" es un concepto fluido, definido a conveniencia por la autoridad de turno para consolidar su poder y marginalizar a sus competidores.

Por tanto, este ensayo no busca deslegitimar la validez filosófica o el trabajo fraternal de los masones, sino desmontar el andamiaje histórico-dogmático que muchas obediencias utilizan para reclamar una primacía que la historia contradice. Al exponer las paradojas y ficciones fundacionales, se invita a una comprensión más madura y menos mitológica de la tradición masónica.

La Gran Logia de Londres: la revolución de lo "irregular"

La narrativa tradicional celebra 1717 como el año del "renacimiento" masónico, cuando cuatro logias londinenses se unieron para formar la primera Gran Logia. El primer mito que debe desmontarse es el de la "carta patente". A diferencia de lo que ocurriría más tarde con la fundación de Grandes Logias en otras naciones, que a menudo solicitaban y recibían una regularización de la Gran Logia de Inglaterra, la Gran Logia de Londres no tuvo carta patente de ninguna especie. No la recibió de ningún rey, de ningún noble, ni de una autoridad masónica superior, sencillamente porque no existía tal autoridad.

Las cuatro logias fundadoras (The Goose and Gridiron, The Crown, The Apple-Tree y The Rummer and Grapes) eran, a su vez, entidades preexistentes cuya propia regularidad era de carácter consuetudinario y operativo. No poseían documentos fundacionales que las acreditaran como "regulares" según los estándares que ellas mismas establecerían más tarde. Su unión fue un acto de soberanía, una decisión pragmática para organizar y controlar la práctica masónica en una ciudad en ebullición. Fue un acto revolucionario, no uno de continuidad.

Este hecho es crucial: la primera y más importante obediencia masónica del mundo nació, según sus propias reglas posteriores, de manera "irregular". Su autoridad no fue conferida, sino autoproclamada. Las Constituciones de Anderson de 1723, obra fundamental que sistematizó y modernizó la Masonería, fueron una herramienta de normalización y no una prueba de antigua legitimidad. Fueron una creación ex novo para dar coherencia a un movimiento diverso y, en muchos aspectos, caótico.

La figura de James Anderson, un pastor presbiteriano, fue clave en esta fabricación de la tradición. Su labor no fue la de un historiador, sino la de un compilador y adaptador. Eliminó referencias cristianas directas para hacer la fraternidad más inclusiva para los deístas de la época, y presentó una historia fantástica que remontaba la Masonería a Adán. Esto no era un acto de falsificación malintencionado, sino un síntoma de la época: la necesidad de crear una genealogía respetable para una institución emergente. La regularidad, por tanto, no se heredó; se escribió.

La grieta en la fachada: los "Antiguos" y la falta de base común

La fragilidad de esta auto-proclamada regularidad quedó en evidencia con el cisma de 1751. Un grupo de masones, principalmente irlandeses, que se autodenominaron los "Antiguos" (Ancients), acusaron a la Gran Logia de Londres (a la que llamaban despectivamente "Modernos") de haber alterado los landmarks, relajado las prácticas y, en esencia, haber perdido la verdadera esencia de la Masonería. Los Antiguos, liderados por Laurence Dermott, establecieron su propia "Gran Logia de los Antiguos".

Este cisma es una prueba irrefutable de que no existía una única "regularidad" original. Ambas facciones se consideraban a sí mismas como las legítimas depositarias de la tradición. La Gran Logia de los Modernos, a pesar de ser la primera, no pudo demostrar una superioridad histórica incontestable. La unificación de 1813 que creó la actual Gran Logia Unida de Inglaterra (UGLE) fue un acto político de compromiso, no un reconocimiento de que una línea fuera más "regular" que la otra. La UGLE se erigió así sobre la base de dos tradiciones que se habían acusado mutuamente de irregularidad, consolidando una narrativa de unidad que enmascara un origen profundamente dividido y contestado.

La evidencia de esta disputa se encuentra en el libro de Dermott, Ahiman Rezon (1756), que sirvió como la constitución de los Antiguos. En él, Dermott no solo critica a los Modernos, sino que elabora una historia alternativa y una serie de prácticas que consideraba más auténticas. El conflicto fue tan profundo que incluso el ritual de reconciliación de 1813, el "Artículo de Unión", tuvo que crear un nuevo rito de compromiso, el Rito de Emulación, para salvar las diferencias entre ambas corrientes. Esto prueba que la "regularidad unificada" es un parche histórico sobre una grieta fundamental.

El Rito Escocés Antiguo y Aceptado: la pirámide sobre arena simbólica

Si la base de la Masonería simbólica (los tres primeros grados) carece de la regularidad incuestionable que pregona, la situación de los altos grados, particularmente del REAA, es aún más precaria. El REAA, que comprende del 4° al 33° grado, basa su legitimidad en una supuesta transmisión de autoridad desde las logias simbólicas.

El problema es fundamental: el REAA necesita de Masones simbólicos, titulares del grado de Maestro Masón (3°), para poder reclutar miembros para sus grados capitulares (del 4° al 18°) y filosóficos (del 19° al 33°). Sin embargo, si se acepta la premisa crítica de que la Masonería simbólica inglesa, de donde beben muchas de las logias que alimentaron el REAA, carece de una base regular incontestable, entonces la cadena de legitimidad del Rito Escocés se quiebra en su origen.

El REAA no emergió de una revelación antigua, sino que fue el producto de una síntesis y sistematización en el siglo XVIII. Su estructura definitiva, la de 33 grados, quedó instituida oficialmente en 1801 con la fundación del primer Supremo Consejo del Grado 33 en Charleston, Carolina del Sur (no en 1802, aunque la fecha es cercana y el lugar correcto). Este hecho, histórico y documentado, demuestra su naturaleza de construcción moderna. Los "Altos Grados" eran, en su mayoría, prácticas dispersas y locales que fueron recopiladas, ordenadas y "vendidas" como un sistema coherente y superior. La creación del Grado 33, el "Soberano Gran Inspector General", fue el acto final para coronar esta pirámide administrativa y dotarla de una jerarquía cerrada.

La "patente" que el Supremo Consejo de Charleston dijo poseer, supuestamente proveniente de Frédéric Auguste de Brunswick-Luneburgo, es un documento cuya historicidad y autenticidad han sido puestas en duda repetidamente. Así, el REAA, el rito masónico más difundido del mundo, erige su imponente estructura de 30 grados superiores sobre la base de una Masonería simbólica cuya propia regularidad es, como hemos visto, un espejismo histórico.

La paradoja de Albert Pike: el esclavista como paladín de la libertad

Quizás la contradicción más flagrante entre los ideales masónicos y la realidad histórica de sus referentes se personifica en la figura de Albert Pike (1809-1891). Pike es, sin duda, el personaje más influyente en la historia del REAA en Norteamérica. Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur, su obra magna, Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry (1871), es considerada una biblia para los masones del REAA. En ella, se exaltan virtudes como la libertad, la igualdad, la fraternidad y la búsqueda de la luz y la verdad. Sin embargo, la vida personal y pública de Pike pinta un cuadro radicalmente opuesto.

Albert Pike fue un general brigadier del Ejército de los Estados Confederados durante la Guerra Civil Americana. no fue un simpatizante cualquiera; fue un ferviente defensor de la secesión y de la institución de la esclavitud. Llegó a poseer esclavos y utilizó su talento como escritor para defender la causa confederada. Su compromiso con la Confederación fue tal que fue acusado (aunque luego absuelto) de permitir que sus tropas cometieran atrocidades contra soldados de la Unión en la Batalla de Pea Ridge. Aquí reside la paradoja fundamental: ¿cómo puede ser el principal ideólogo de un rito que profesa la libertad de la humanidad un hombre que luchó por mantener a seres humanos en cadenas?

Esta contradicción no es meramente personal; mancha la coherencia filosófica del REAA que él mismo ayudó a definir. Los grados del REAA, especialmente los filosóficos, están llenos de alegorías sobre la liberación de la tiranía y el progreso del espíritu humano hacia la iluminación. Pike escribió extensamente sobre estos temas. Sin embargo, sus acciones demuestran que su concepto de "humanidad" y "libertad" tenía límites muy definidos y excluyentes, determinados por la raza y la condición social de su época. Nunca una persona afro descendiente entró a una logia en donde él estuviera presente y de hecho, la mayoría de logias de los Estados Unidos durante el siglo XIX y gran parte del XX difícilmente aceptaron masones afro descendientes.

El intento de algunos apologistas de separar al "masón Pike" del "ciudadano Pike" es insostenible. Morals and Dogma no fue escrito en un vacío; es el producto de la mente y las creencias de su autor. La pregunta inevitable es: ¿puede una filosofía que clama guiar al hombre hacia su máxima realización estar verdaderamente encapsulada de las profundas injusticias perpetradas por su principal exponente? La respuesta más honesta es que no, y que la figura de Pike representa una sombra de hipocresía que se cierne sobre el REAA.

La Jurisdicción Sur del REAA en los Estados Unidos, de la que Pike fue líder, ha lidiado con este legado incómodo. En 2020, ante un renovado escrutinio público, el Supremo Consejo retiró una estatua de Pike que se encontraba en Washington D.C., reconociendo que su presencia era "ofensiva" para muchos. Este acto, aunque simbólico, es un reconocimiento tácito de la profunda incongruencia que representa venerar a un esclavista como un faro de la luz masónica. La permanencia de Pike como figura central en el panteón del REAA sigue siendo un recordatorio incómodo de que los altos ideales a menudo son propagados por hombres con pies de barro.

Esta contradicción fundamental entre el ideario masónico y la práctica personal de Pike alcanza su expresión más cruda en sus propias palabras: existen referencias documentales en su correspondencia donde manifiesta explícitamente que ningún hombre negro estaría jamás en su logia. Esta declaración, propia de la más rancia mentalidad segregacionista, no solo desnuda la hipocresía de quien es considerado el gran sistematizador del REAA, sino que evidencia que su concepción de la fraternidad universal tenía un límite infranqueable: el color de la piel. La figura de Pike, por lo tanto, se erige no como un faro de la luz masónica, sino como un recordatorio sombrío de cómo los más elevados principios pueden ser profanados por la miseria moral de quienes los predican. Su legado permanece como una mancha indeleble que interpela al REAA a realizar una autocrítica profunda sobre la distancia que a menudo media entre sus nobles proclamas y las acciones de sus mismos iconos históricos.

La Masonería del sur y su abierta traición a sus principios

Es fundamental contextualizar que la contradicción de Pike no era aislada, sino que reflejaba una fractura geopolítica y moral al interior de la Masonería estadounidense. Mientras que muchas logias del Norte abrazaron abiertamente el movimiento abolicionista, alineándose con los principios de libertad e igualdad, la Masonería del Sur, de manera institucional y mayoritaria, no solo fue complaciente con la esclavitud, sino que fue su activa defensora. Figuras prominentes de las Grandes Logias sureñas eran dueños de esclavos, y las logias mismas permitían que sus miembros lo fueran, en una abierta y flagrante violación de los Landmarks que pretendían custodiar. Esta complicidad no se limitó a la inacción. Existen vínculos históricos profundos y bien documentados entre la Masonería del Sur y el primer Ku Klux Klan, fundado en 1865. El general confederado y masón Nathan Bedford Forrest, primer Gran Mago del KKK, es el ejemplo más notorio. Los rituales, la estructura secreta y el simbolismo del Klan (cruces ardientes, túnicas, jerarquías con títulos grandiosos) deben mucho a la cultura fraternal de la época, de la que la Masonería era el modelo principal. Si bien el KKK no era una organización masónica per se, era un "hijo ilegítimo" de su ethos pervertido: una hermandad secreta que, en lugar de unir a la humanidad, se dedicó a la persecución, el linchamiento y el terrorismo racial. El asesinato masivo más emblemático de esta alianza tóxica fue la Masacre de Memphis de 1866, donde turbas blancas, entre las que había miembros del Klan y antiguos soldados confederados (sin duda muchos de ellos masones), asesinaron a 46 personas de raza negra y destruyeron escuelas e iglesias afroamericanas. Que este legado de terror y supremacía blanca se haya mantenido activo durante un siglo, hasta el Movimiento por los derechos civiles de los años 60 (y con células residuales hasta hoy), mancha indeleblemente a la institución masónica que, en el Sur, lo nutrió y toleró, demostrando que para muchos de sus miembros, la fraternidad era un privilegio étnico, no un derecho humano.

Conclusión: la legitimidad más allá del mito

La conclusión es ineludible: la búsqueda obsesiva de una "regularidad" histórica incuestionable en la Masonería es un callejón sin salida. Tanto la Gran Logia de Londres de 1717 como el Rito Escocés Antiguo y Aceptado son el resultado de procesos históricos concretos, marcados por la innovación, el conflicto, el cisma y la síntesis creativa, no por la transmisión prístina de una autoridad primordial.

Esto, lejos de ser una crítica destructiva, puede liberar a la Masonería de la carga de tener que demostrar una pureza que nunca existió. La verdadera legitimidad de la Orden no reside en un documento fundacional perdido o en una carta patente mitológica, sino en la vitalidad de su proyecto filosófico, en la calidad moral y ética de sus miembros, y en su capacidad para ser una herramienta de progreso individual y social. Reconocer que la "regularidad" es una fantasía histórica permite centrar el valor de la Masonería no en un pasado idealizado, sino en su utilidad presente y futura como escuela de formación humana. La auténtica herencia masónica no es un título de nobleza, sino un compromiso con la libertad de conciencia, la fraternidad y la búsqueda constante de la luz, principios que, afortunadamente, no requieren de carta patente alguna para ser válidos.

La Masonería del siglo XXI se fortalecería si, en lugar de aferrarse a mitos de origen y linajes dudosos, abrazara abiertamente su naturaleza como un proyecto humano, imperfecto pero en constante evolución. Al hacerlo, podría reconciliarse plenamente con sus mejores principios, superando tanto las ficciones históricas como las contradicciones morales de algunos de sus referentes, como la de Albert Pike. Solo entonces podrá afirmar su legitimidad no en un ayer fantasioso, sino en la solidez de su trabajo en el presente.

Por último, y en este mismo sentido de desmitificación, es crucial subrayar que la figura del Gran Arquitecto del Universo (G.A.D.U.), principio masónico por excelencia, no es —ni puede ser— propiedad exclusiva de ninguna obediencia o rito en particular. La pretensión de que la "regularidad" confiere una suerte de título de propiedad sobre este concepto espiritual o deísta es la culminación de la fantasía dogmática. El G.A.D.U., como símbolo de la búsqueda de orden, verdad y armonía, es un patrimonio universal de la conciencia humana, no un blasón heráldico que valide una línea de sucesión histórica sobre otra. Afirmar lo contrario sería caer en la misma trampa de exclusividad y autoridad contra la que, en teoría, la propia Masonería pretende iluminar. La verdadera luz, por tanto, no emana de un linaje de regularidad, sino de la aplicación honesta y fraterna de los principios que el símbolo del G.A.D.U. representa, independientemente de la estructura humana —siempre falible— que lo invoque.

Bibliografía

Fuentes Primarias y Textos Fundacionales

  • Anderson, James (1723). The Constitutions of the Free-Masons. Londres.

o La fuente primaria fundamental. Su análisis revela el proceso de creación y sistematización de la Masonería moderna, mostrando su carácter de construcción ideológica más que de mera recopilación de tradiciones antiguas.

  • Dermott, Laurence (1756). Ahiman Rezon. Londres.

o La constitución rival de los "Antiguos". Es crucial para comprender el cisma y la disputa sobre la "regularidad", demostrando que no existía una única versión legítima de la Masonería en el siglo XVIII.

  • Pike, Albert (1871). Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry. Charleston, A.M.: Supreme Council of the Southern Jurisdiction.

o La obra magna de Pike. Su estudio revela la profundidad filosófica del REAA, pero también permite contrastar sus elevados ideales con la biografía y las acciones de su autor.

Historiografía crítica y académica

  • Stevenson, David (1988). *The Origins of Freemasonry: Scotland's Century, 1590-1710*. Cambridge University Press.

o Obra esencial que desplaza el origen de la Masonería especulativa a Escocia, desmitificando la narrativa centrada exclusivamente en Inglaterra y mostrando un desarrollo más complejo y descentralizado.

  • Jacob, Margaret (1991). Living the Enlightenment: Freemasonry and Politics in Eighteenth-Century Europe. Oxford University Press.

o Contextualiza el surgimiento de la Masonería dentro de la Ilustración, analizándola como una institución moderna con agendas políticas y sociales, lejos de ser una mera custodia de secretos ancestrales.

  • Bogdan, Henrik; Snoek, Jan A. M. (Eds.) (2014). Handbook of Freemasonry. Brill.

o Una compilación de estudios académicos que abordan diversos aspectos de la Masonería, incluyendo su historia, rituales y sociología. Incluye contribuciones que critican las narrativas tradicionales desde una perspectiva histórica rigurosa.

  • Prescott, Andrew (2003). "The Unlawful Societies Act of 1799". En The Canonbury Papers, Volume 1: The Social Impact of Freemasonry on the Modern Western World, ed. por M. D. J. Scanlan. The Canonbury Masonic Research Centre.

o Prescott es un historiador clave que ha desmontado críticamente muchos de los mitos fundacionales de la Masonería inglesa. Sus trabajos son fundamentales para entender la construcción histórica de la "regularidad".

  • Carr, Harry (Ed.) (1971). The Early French Exposures. Quatuor Coronati Lodge No. 2076.

o El análisis de las "exposiciones" francesas (divulgaciones de rituales) del siglo XVIII muestra la gran diversidad y fluidez de las prácticas masónicas antes de su estandarización, cuestionando la idea de una tradición uniforme y regular.

Sobre Albert Pike y el REAA

  • Brown, Walter Lee (1997). A Life of Albert Pike. University of Arkansas Press.

o Considerada la biografía definitiva y más equilibrada de Pike. No omite sus controvertidas posiciones políticas y su posesión de esclavos, proporcionando el contexto histórico completo de su figura.

  • Denslow, William R. (1957). 10,000 Famous Freemasons. Missouri: Transactions of the Missouri Lodge of Research.

o Aunque es una obra más bien celebratoria, su entrada sobre Pike recoge datos biográficos que incluyen su servicio en la Confederación.

  • Forbes, Allyn (1927). "The Letter of General Albert Pike to the President of the Confederate States, February 24, 1863". Publications of the Colonial Society of Massachusetts, Vol. 27, pp. 332-337.

o Fuente primaria que documenta la correspondencia y el compromiso activo de Pike con la causa confederada, más allá de su mero servicio militar.

  • Artículos y debates públicos sobre la estatua de Albert Pike en Washington D.C. (2020).

o La cobertura en medios como The New York Times, The Washington Post y los comunicados oficiales del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur (disponibles en su sitio web, scottishrite.org) sobre la remoción de la estatua ofrecen evidencia contemporánea del reconocimiento interno del problema que representa su legado racial.

Sobre el Concepto de Regularidad

  • Hamill, John (1992). The History of English Freemasonry. Crucible.

o Aunque escrito por un masón e historiador de la UGLE, su relato detallado de los cismas y unificaciones muestra, a veces de manera involuntaria, la naturaleza política y contingente del concepto de regularidad.

  • Beauregard, Guy (2018). "The Invention of Masonic Regularity: A Historical Critique". Journal for Research into Freemasonry and Fraternalism, Vol. 8, No. 1-2.

o Un artículo académico que aborda directamente la tesis central de que la "regularidad" es una construcción histórica y no una condición primordial.